Benjamín Matos
Ucvemprende@gmail.com
Hasta las más grandes ideas
pierden vigencia en el tiempo, el mundo cambia y con él las necesidades. Ley
que no obligatoriamente marchita la inmortalidad de aquellas luces que logran
marcar la pauta de una o muchas generaciones. Y si esto no queda del todo claro
hasta el momento, valdría la pena retroceder hasta 1901, año en el que un joven
ingles de 12 años de edad perdería trágicamente a su padre, para luego
adentrarse a un mundo de innumerables cambios que lo llevarían no solo a un
país desconocido si no también a un sinfín de inhóspitos escenarios, en donde
lograría tomar esas cambiantes luces reflectoras como suyas, llenando aquellos
recintos artísticos de risas y aplausos.
Aunque hoy en día no lo parezca,
las primeras décadas del siglo XX fueron sin duda “tiempos modernos”, en
especial para aquellos que las vivieron. Momentos que estuvieron llenos de
genialidades que lograron darle su peculiar encanto al blanco y negro, que no
necesitaba de palabras para cautivar a la audiencia. Lo que este joven ingles
llamado Charles supo anticipar muy bien.
No siempre es cuestión de crear,
a veces solo se necesita transformar. Y con este preámbulo el muchacho que
acompaña nuestra historia tomó los colores y el idioma de una época, logrando
transformarlos en una genial forma de expresar lo que ocurría para ese entonces.
Mensaje que pudiendo llegar a ser muy duro, arribaba entre risas hacia sus
receptores, gracias al peculiar talento de Charles de saber llevar a través del
humor críticas sobre las durezas de la vida.
Es así como se inicia la historia
de un hombre al que le bastaron solo ideas para marcar la pauta de un momento
de la historia. Fue Charles Chaplin quien con un complejo humor llenó de silentes
mensajes la vida de millones, dando una buena razón para reír a cada uno de
ellos. Y aunque tal vez los nuevos “tiempos modernos” no estilen el uso de esos
viejos colores, el mundo sigue riendo con las genialidades de quien alguna vez
fue aquel joven ingles que solo necesitó abrir sus ojos y su mente para dar
paso no solo a una gran idea, si no a miles de grandes ideas que usarían esas
carismáticas actuaciones de Chaplin como inspiración.
No siempre se trata de ser un
genio a priori. La mayoría de las veces basta con ver lo que te rodea de forma
abierta y diferente para lograr darte cuenta de los detalles que en un futuro
pueden llevarte a ser un gran genio.
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